miércoles, 14 de septiembre de 2016



El escritor Noam Chomsky de los EEUU habla de los mecanismos
detrás de la comunicación moderna, un instrumento esencial de
gobierno en los países democráticos, tan importantes para nuestros
gobiernos como la propaganda es a una dictadura.




– Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia,
en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la
Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran
partidarios del ”sí”, y sin embargo 55% de los franceses votaron por el
”no”. Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece
absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un ”no” a
los medios?

– El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no
aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público [1]. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones
que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la
población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios.
Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados
Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas.
Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos
convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países
estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, 
comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de
información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo.

En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto de vista. Si Irán y Estados
Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el
diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así.

En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una
reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones
Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por
el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos.

En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las
encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los
ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la
ignorancia del estado real de esta misma opinión pública.

– Cuando se les pregunta a los periodistas, si sufre presiones responden inmediatamente: ”Nadie me ha presionado, yo
escribo lo que quiero. ” Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a la norma dominante, ya no escribirían
sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa
norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias
mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia.

El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno
ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor
que los sistemas totalitarios.

No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de
otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un
marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace”por el bien”
del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.

Fuente-Iniciativa debate

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