miércoles, 14 de septiembre de 2016

Mijaíl Alexándrovich Shólojov

 

"Detrás del mausoleo de Lenin, más allá de la muralla del Kremlin, la bandera roja, sacudida por el frío viento, gualdrapea en el cielo. Iluminada desde abajo por una blanca incandescencia de luz eléctrica, arde y borbotea, roja como sangre que corre. El recio viento cambia de dirección. Durante un momento la pesada tela cuelga inmóvil del palo; luego se extiende otra vez, y flota ya a Oriente, ya a Occidente, llamando a la rebelión, a la lucha..."

Mijail Shólojov

 

(Kruzhilino, 1905 - Veshenskaya, 1984) Novelista ruso adscrito al realismo, ganador del premio Nobel de literatura en 1965 y una de las figuras más importantes de la "nomenclatura" literaria soviética. Realizó estudios en su ciudad natal y en Moscú. Entre 1920 y 1924 se desempeñó en los más diversos empleos y en 1923 comenzó a publicar relatos para, a partir del año siguiente, dedicarse en exclusiva a la literatura.
Nacido en la región militar del Don, Shólojov no era de origen cosaco, aunque supo describir magistralmente las condiciones de vida y la reacción de las gentes del sur ante el hecho revolucionario, la guerra civil y la colectivización. Ello se aprecia en los numerosos relatos que escribió entre los años 1923 y 1927, en su mayoría recogidos en la colección Cuentos del Don (1926).
Su narrativa temprana gira fundamentalmente en torno a los conflictos de clase que se producían en las aldeas cosacas durante la guerra civil, ejemplo de lo cual es el relato La prueba" (1923). A pesar de que la mayoría de esos relatos no están especialmente bien escritos, evidenciaron que su autor poseía una voz propia, un ojo preciso para los detalles, un fino sentido del humor y, sobre todo, un dominio de la jerga cosaca, que le valió el reconocimiento de A. Serafimóvich, también cosaco.
En 1925 comenzó a trabajar en su novela épica El Don apacible (1928-1940), una especie de reivindicación de los cosacos, tenidos por contrarrevolucionarios en la Rusia soviética a partir de su implicación en el sangriento fin de las revueltas durante la revolución de 1905. De los cuatro libros que componen la novela, el primero está dedicado a la vida en las aldeas cosacas antes de la guerra y a la participación de la caballería cosaca en la lucha contra las tropas alemanas, el segundo al rechazo de los cosacos a la monarquía de Kornilov y al inicio de la fatal contienda entre Rojos y Blancos en las tierras del Don, y los dos últimos a las penurias producidas por la colectivización de la agricultura.
El tema principal es la resistencia cosaca a entregar su tierra patria a un poder impuesto desde fuera, así como a renunciar a una estructura económica y familiar que les había dado unidad y prosperidad durante siglos. Otras obras de Shólojov, como La tierra erguida (1932), La ciencia del odio (1942) o El destino de un hombre (1967) expresan como el autor se fue plegando a los dictados de la literatura estatal soviética.
En 1965 se le concedió el premio Nóbel de Literatura, en un gesto que fue interpretado como una cortesía de la Academia Sueca por haber provocado el "affaire Pasternak" y la concesión a éste último del mismo premio en 1958, lo que no fue del agrado de las autoridades soviéticas. En la mayoría de sus artículos y discursos, Shólojov, que fue miembro del Comité Central del Partido Comunista desde 1961 hasta su muerte y miembro de Unión de Escritores Soviéticos desde 1934, siguió la línea orientada por el Partido Comunista, atacando con saña a los escritores disidentes.


El escritor Noam Chomsky de los EEUU habla de los mecanismos
detrás de la comunicación moderna, un instrumento esencial de
gobierno en los países democráticos, tan importantes para nuestros
gobiernos como la propaganda es a una dictadura.




– Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia,
en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la
Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran
partidarios del ”sí”, y sin embargo 55% de los franceses votaron por el
”no”. Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece
absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un ”no” a
los medios?

– El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no
aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público [1]. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones
que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la
población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios.
Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados
Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas.
Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos
convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países
estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, 
comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de
información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo.

En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto de vista. Si Irán y Estados
Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el
diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así.

En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una
reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones
Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por
el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos.

En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las
encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los
ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la
ignorancia del estado real de esta misma opinión pública.

– Cuando se les pregunta a los periodistas, si sufre presiones responden inmediatamente: ”Nadie me ha presionado, yo
escribo lo que quiero. ” Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a la norma dominante, ya no escribirían
sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa
norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias
mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia.

El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno
ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor
que los sistemas totalitarios.

No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de
otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un
marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace”por el bien”
del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.

Fuente-Iniciativa debate

martes, 13 de septiembre de 2016



La desafiante imagen de la joven manifestante que está dando la vuelta al mundo
La foto que está dando la vuelta al mundo. Foto: Reuters/ Carlos Vera

Carlos Vera Mancilla, fotógrafo de la agencia Reuters, es autor de la imagen que hoy destacan los sitios ingleses BBC y The Guardian, y que ha sido vista más de 570 mil veces en el fanpage de La Tercera, donde una manifestante mira fijamente a un carabinero de Fuerzas Especiales en la marcha de conmemoración del 11 de septiembre.
El domingo, Vera captó la imagen afuera del Cementerio General de Recoleta, cuando todavía no había disturbios en la marcha organizada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
“Se llevaron detenido a dos compañeros que andaban en su grupo y en la agitación la niña reacciona”, contó el gráfico a La Tercera. “Se veía jovencita, pienso que debe ir en primero medio”, añadió.
Según el fotógrafo de la agencia Reuters, la protagonista de la imagen venía caminando junto a un grupo, casi al final de la romería, “cuando los fuerzas especiales empezaron a detener gente selectivamente”. Entonces “reaccionó y se puso delante del carabinero con la mirada desafiante”.
“Por los colores amaranto que llevaba ella y otros chicos con los que iba, pienso que debe pertenecer a la Jota. Mi error fue no preguntarle el nombre, para no quedar como sapo, porque la situación era extrema”.
El fotógrafo de Puerto Montt, afincado en Santiago desde 1991, se ha especializado en temas como barras bravas, comercio sexual y el movimiento estudiantil. Sin ir más lejos, en 2013, sus imágenes formaron parte del documental “Educación en Chile”, un registro que muestra la actividad al interior de las marchas y tomas estudiantiles entre los años 2011 y 2013.

A 43 años del golpe: La heroica lección de Allende



Salvador Allende
Por Manuel Cabieses D.
Han transcurrido 43 años desde la muerte del presidente Salvador Allende en La Moneda bombardeada y en llamas. Tiempo más que suficiente para apreciar en toda su magnitud la tragedia que desató en Chile la traición de las fuerzas armadas en cumplimiento de su tradicional papel de escuderos de la oligarquía. El recuerdo de ese hecho histórico se hace especialmente necesario en la crisis que hoy vive el país y cuyo principal ingrediente es precisamente el factor ético. Inspirarse en la lección de Allende de lealtad a los principios en esa hora suprema, ayudará a la futura Izquierda chilena a recomponer el ideario que permite las grandes hazañas de los pueblos.
La lección de Allende -rubricada por el heroísmo de enfrentar el golpe militar con un puñado de valerosos combatientes- ha sido relegada al olvido por muchos que se proclamaban sus “seguidores” y “herederos”. La Izquierda institucionalizada desempolva cada tanto el recuerdo de Allende para cumplir un rito que se hace cada vez más formal. Se sacraliza su nombre, convertido en ícono inofensivo despojado de todo filo revolucionario. En la conducta de esa falsa Izquierda no se rescatan los valores éticos y políticos por los que combatió Allende. El ejemplo más bochornoso lo constituye su propio partido, que hace tiempo abandonó la ideología y los principios originales del PS para hacer suyas las banderas del neoliberalismo.
A través de sus representantes en el gobierno y Parlamento, ese tipo de políticos han gobernado y legislado en beneficio de la billetera de los que derrocaron al presidente Allende y que aplicaron al pueblo un despiadado terrorismo de Estado. Los cinco gobiernos de la Concertación (hoy reencarnada en Nueva Mayoría) han sido el revés de la medalla del gobierno de Allende y la Unidad Popular. Sería muy injusto, desde luego, reprochar esa actitud a la Democracia Cristiana que no tiene parentesco ideológico ni político con la Izquierda. La DC nació en Europa, acunada por la Iglesia Católica para contener los avances del comunismo. En Chile, la DC asociada a la derecha participó en la conspiración golpista alimentada por fondos de la CIA. Sería absurdo, por tanto, pedir que los dos gobiernos post dictadura encabezados por la DC reivindicaran la lección del presidente Allende. Pero los gobiernos de los “socialistas” Lagos y Bachelet, que en nada se diferencian de los de Aylwin y Frei (ni tampoco de Piñera), desnudaron la vergonzosa conversión de antiguos marxistas en diligentes administradores del capitalismo más extremo que existe en el mundo.
Costará mucho esfuerzo -y una titánica batalla de ideas- revertir el daño que ha causado la traición a los principios igualitarios y democráticos cometida por el maridaje de política y negocios. Será la pesada herencia que dejarán estos gobiernos. Barrer con la corrupción necesitará de algo más contundente que la escoba que agitó Carlos Ibáñez en los años 50 para limpiar la corrupción de los gobiernos radicales.
La indiferencia política y la abstención electoral -que ya alcanza al 60%- constituyen formas pasivas de castigo que los ciudadanos aplican al sistema y a sus instituciones. Pero son armas inocuas en la lucha por los cambios políticos y sociales. La abstención, fenómeno en crecimiento -que seguramente se repetirá en las elecciones municipales del próximo 23 de octubre- solo desprestigia aún más al sistema, pero no lo modifica. Los partidos de manos sucias se distribuirán las piltrafas de crédito público que aún restan. Pero las instituciones desprestigiadas seguirán funcionando en medio del páramo social en que ya se encuentran. En las elecciones presidenciales y parlamentarias del 19 de noviembre de 2017 sólo se producirá un cambio de turno en el gobierno. Lo más probable es que la Nueva Mayoría sea reemplazada -otra vez- por Sebastián Piñera y su equipo empresarial. Los partidos se redistribuirán amistosamente los 35 nuevos cupos de diputados y los 12 de senadores que les permite la nueva ley electoral. Los malabaristas de la política ya se preparan para celebraresas importantes “victorias” parlamentarias. Y así continuará girando el carrusel de la política, si el pueblo permanece con los brazos cruzados y no toma en sus manos la iniciativa de producir el gran cambio que sólo puede provenir de una Asamblea Constituyente.
El 11 de septiembre de 1973 fue un tajo brutal que interrumpió el desarrollo democrático alcanzado hasta entonces por el país. Las consecuencias de ese impacto se mantienen hasta hoy. Este fenómeno tiene diversas expresiones en las relaciones sociales y en la vidacotidiana de los chilenos. La principal es el miedo, un miedo no confesado pero latente en la conducta conservadora -cuando no hipócrita- de vastos sectores. Es el temor a que la imprudencia pueda despertar otra vez la locura homicida de la oligarquía y sus fuerzas armadas. La historia del país está jalonada de masacres, guerras civiles, golpes de Estado, revoluciones, motines, conspiraciones y dictaduras. Sobre todo el espanto que produjo el terrorismo de Estado de los años 70 y 80. Esto hace que el temor tenga un fundamento objetivo. La casta política lo ha utilizado para mantener casi intacto el modelo que implantó la dictadura. Su lema ha sido ceder a las demandas populares con una condición: los cambios pueden hacerse solo “en la medida de lo posible”. Sin embargo, lo que el país necesita es cerrar una brecha histórica y retomar el camino democrático y de justicia social que trazaran el presidente Allende y los partidos populares de los años 70. Esto se ve dificultado por el temor al cambio que impide -por ahora- reconvertir el desprecio a la corrupción en alternativa de democracia participativa. Para que una amplia mayoría ciudadana apoye la alternativa es indispensable generar condiciones para defender al futuro gobierno popular de las maniobras desestabilizadoras y amenazas golpistas que se reactivarán, como siempre sucede. La insistencia del imperio en bloquear los procesos democráticos en América Latina sigue vigente. Lo evidencia la difícil situación que vive Venezuela -objetivo de un plan golpista similar al que sufrió Chile-, y los golpes “blandos” en Brasil, Paraguay y Honduras.
El pueblo organizado y consciente de sus derechos necesitará también construir una alianza con las fuerzas armadas para alcanzar triunfos con fortaleza suficiente para garantizar su existencia. En Chile, país que ha sufrido la traumática experiencia de la dictadura, forjar la alianza pueblo-fuerzas armadas suena a utopía inalcanzable. Las contradicciones son muy fuertes. Pero no se trata de hacer tabla rasa del abismo que abrieron 17 años de tiranía. Ese periodo no solo fue responsabilidad de las fuerzas armadas sino también de la élite civil que las incitaron a martirizar al pueblo. Si pretendemos reemprender -con las diferencias que imponen las condiciones del mundo de hoy- el camino que inició el presidente Allende, hay que volcarse a construir la fuerza social, política y armada que abra paso al futuro. Esto, en los hechos, lo han iniciado los movimientos sociales. La unidad del pueblo explotado se da en la lucha. Lo están demostrando las protestas por el estado miserable de la salud pública y por el robo de las AFP. Movimientos de prolongada resistencia como la lucha ejemplar del pueblo mapuche son inspiradores de la protesta que fermenta en el seno de la sociedad. Lo mismo sucede con el movimiento estudiantil que desde 2006 no ceja en su exigencia de educación gratuita y de calidad. La irrupción masiva a nivel nacional de la Coordinadora de Trabajadores No+AFP abre un espacio favorable al movimiento popular para plantearse metas superiores. Si los movimientos sociales logran confluir en un programa que demande también la convocatoria de la Asamblea Constituyente, se daría un paso fundamental para honrar la lección del presidente Allende. Una Constitución Política democrática en su origen y contenido no resolverá por sí sola la crisis. Pero el proceso de discusión en la base social que iniciará el llamado a Asamblea Constituyente y las decisiones plebiscitarias que trae aparejada la aprobación de la Carta Fundamental y la nueva institucionalidad, permitirán el vuelco democrático que hará posible retomar el camino de la independencia nacional, la soberanía popular y la justicia social que interrumpió la violencia golpista en 1973.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 859, septiembre 2016.
(Tomado de Rebelión)